domingo, 29 de julio de 2018

El primer maestro de Benínar

Cada vez que voy a Hirmes, al entrar en la plaza saludo al busto del buen doctor, a don Eugenio Sánchez Quero, que sin media oreja y escasa nariz ojea con mirada perdida el lugar donde un día estuvo el pueblo en el que nació.

Pero yo os digo que a su lado falta otra estatua, la de aquel que olvidado por el tiempo y conciudadanos dedicó su vida a transmitir sus conocimientos a la juventud del pueblo, os hablo del primer maestro que tuvo Benínar. Su misión y logros fueron grandes, nada más y nada menos que comenzar a alfabetizar a nuestros antepasados. Os hablo de don Antonio Sánchez Campoy.

No soy persona que guste referir a los demás con dones, mi abuela me decía que el don o doña lo daba el dinero o los títulos, yo gusto usarlo sólo para aquellas personas que por sus hechos se lo han ganado. Los maestros insertan una semilla en su alumnado, la calidad de ambos determinará su desarrollo.



Foto hallada en Benínar en 1982


Esta foto la encontró un beninero en la casa que perteneció a su bisabuelo materno Policarpo Sánchez. No sabemos quien fue ¿Sería nuestro maestro?

Para que entendáis lo que comenzó este hombre, busco en hemeroteca y rescato las palabras que nuestro querido amigo Rafael Bailón (por cierto, también docente y de los buenos) escribió en un artículo publicado en este blog sobre el analfabetismo en Benínar hace unos años:

“Duele escribir esto. Duele incluso leerlo. Pero la cruda realidad fue ésa: en 1860 Benínar era el pueblo más analfabeto de España. Sólo 3 de cada 100 personas sabían leer y escribir. O dicho de otro modo, el 97% de la población era completamente analfabeta. En cambio, cuarenta años después, en 1900, Benínar era uno de los pueblos de Almería con menos analfabetos. Pasó de un extremo a otro en menos de dos generaciones... ¿Por qué lo uno y por qué lo otro?” (Datos procedentes del Instituto Nacional de Estadística).

Veamos los motivos de este cambio.

En 1860 nuestro pueblo tenía 1090 habitantes, sólo 33 personas sabían leer y escribir, 1057 eran analfabetos. La situación económica era buena, el trabajo en las minas repercutía favorablemente en la economía local. Las tiendas fiaban, los mesones se llenaban de mineros, había herreros, esparteros, arrieros, albarderos… se construían molinos, almazaras, los agricultores creaban nuevos terrenos de regadío y vendían fácilmente la producción. Todo debido a que había dinero en circulación. En esas condiciones de vida y mentalidad la educación carecía de importancia, lo primordial era ganar dinero para invertirlo en la compra de tierra. 

Un antepasado de la época te diría ¿De qué sirve la cultura a la hora de picar galena, de transportarla, de plantar maíz o tomates, de herrar un mulo…? ¿De qué sirve saber leer y escribir en un pueblo sin libros ni periódicos?

En su cénit Benínar tuvo hasta notaria, ya no había que perder una mañana para ir a Berja y registrar la casa o tierra que con el dinero de la minería se ahorraba. Tal era el poder y ambición que reinaba en esta tierra que por suscripción popular se construyó una torre campanario en la iglesia, la quisieron mejor que la de Darrícal y acabó como la de Babel.
A comienzos del siglo XX en el pueblo había 1092 habitantes y era de los que menos analfabetos tenían en la provincia, ¿Por qué?

Hay un cambio en la producción de la riqueza, la minería está en su ocaso y la uva del Barco en su Cénit. Ya no es necesario trabajar el año entero para ganar dinero, sólo unos meses. Las manos menudas de los niños dejan de ser necesarias para extraer y acarrear mineral de pozos y galerías, vuelven hacer sus trabajos cotidianos como cuidar la cabra, ir por agua, traer leña… y tienen tiempo para asistir al colegio. Esto no sucedió de la noche a la mañana, hizo falta tiempo para cambiar la mentalidad de algunos padres.


Primera escuela de niños en Benínar


La escuela se edificó a mediados de siglo pero ningún maestro la quiso, había pocos docentes, estaba lejos de la capital y pagaban poco y a destiempo. Era un edificio de planta baja con una puerta y ventana sin cristales, cientos de benineros tiritaron mientras repetían el abecedario o la tabla de multiplicar.

Don Antonio, nuestro querido primer maestro, que durante treinta y un años, siete meses y tres días alfabetizó a varias generaciones, nació en Benínar el 16 de noviembre de 1828, era hijo de Juan Sánchez y María Campoy. Como puedes ver querido lector, era beninero de pura cepa.

Fue nombrado maestro de Benínar el 27 de mayo de 1856 y obtuvo la plaza por oposición el seis de agosto de 1860. En 1870 pidió la sustitución por enfermedad, lo acompañó Salvador Gallegos, después Ricardo, Jacinto… un rosario de maestros de los que ya os contaré sus historias en otros artículos y que dejaron su huella en la juventud de la época.

Foto de finales del siglo XIX . Lugar no identificado.


Don Eugenio y don Antonio no coincidieron en la misma aula pero seguro que el primero aprovechó el camino trazado por el segundo. Si ambos bustos estuvieran juntos en la plaza de Hirmes, con sus miradas dirigidas hacia Benínar, el maestro le diría al médico: “Eugenio… ¡Cómo ha cambiado esto!”.

Desde aquí quiero mandar un saludo a otro docente, casado con una beninera que me transmitió parte de sus conocimientos en los años ochenta, don Antonio Poza.


Saludos Benínar.

jueves, 19 de julio de 2018

Procesión de la Virgen del Carmen en Hirmes. 15 de julio de 2018

El pasado domingo, un día antes de lo normal, los benineros e hirmeros celebramos el día de la Virgen del Carmen con su procesión por las calles de Hirmes seguida de un aperitivo y música.

Otro año más compartiendo vivencias.





Saludos Benínar.