lunes, 26 de julio de 2021

La primera máquina de escribir de Benínar

¿Quién no tiene en su casa una máquina de escribir? Pocos pueden levantar la mano, los demás seguro que nos ponemos a recordar dónde la tenemos guardada.

Hubo un tiempo en el que se escribía a mano, en una cuartilla o folio con a un lápiz, pluma o bolígrafo. Así se plasmaban las ideas que, con sus correspondientes tachones, iban tomando la forma y el sentido deseado. Pero como no todos habían aprendido a escribir con los cuadernillos Rubio, para evitar la mala caligrafía y, por consiguiente, la errónea lectura o interpretación de lo escrito, se fue imponiendo en la administración y empresas la máquina de escribir.

Fue un invento con muchos padres, cada inventor aplicaba su idea y poco a poco fue desarrollándose hasta llegar al estándar que conocemos. Su importancia ha sido enorme, una oficina no era tal si no se escuchaba su cliqueo. Todos recordamos alguna película de época con el peculiar sonido de fondo en alguna escena.

Se creó un negocio a su alrededor, se vendían máquinas como churros y miles de academias donde te enseñaban a escribir sin mirar teclado y alcanzando 250 pulsaciones por minuto, al terminar el curso te entregaban un diploma que muchos colgaban en el salón de sus casas.


Diploma encontrado en Google



Su final vino de la mano de los procesadores de texto y ordenadores. La tecnología evoluciona y nos simplifica el trabajo.

Esta historia comienza a finales de 1948, Luis Fernández Arcos, que hacía pocos meses había sido nombrado secretario interino del ayuntamiento de Benínar, solicita al alcalde, Francisco Baños Moral, “de la necesidad imperiosa de adquirir una máquina de escribir por la secretaría del ayuntamiento, porque con ella quedaría reducida en parte el ímprobo trabajo que sobre el secretario pesa por los múltiples servicios que hoy pesan sobre la secretaría y la falta de personal”.

A finales de octubre se ponen en contacto con el delegado de Hispano Olivetti en Almería para informarse de los modelos que hay en el mercado y los precios. Se encarga una junto a una mesa y esterilla.

En enero de 1949 llega la máquina al pueblo, puedo imaginar la cara de satisfacción del secretario y el corrillo que se forma a su derredor al pulsar las primeras teclas.


Hispano Olivetti M40



La máquina costó a los benineros 4.800 ptas, la mesa 193 ptas y la esterilla 25 ptas. Imagino que se vendería con una cinta incluida ya que no se especifica en la factura.

En ese año Antonio Victoria Sánchez estuvo arreglando un tramo de la carretera que iba a Darrícal, cobró de jornal 15 ptas al día. Si Antonio hubiera querido comprar una, habría tenido que trabajar 320 días, así os podéis hacer una idea de lo cara que era o lo mal que se pagaba el jornal (o las dos cosas).

Me hubiera gustado acompañar este artículo con una foto de la máquina de escribir. No sé si aún existe, si está olvidada en algún rincón o acabó sus días en la Ramblilla. Si alguien lo sabe o tiene una foto se lo agradecería enormemente ya que por sus rodillos se escribió parte de nuestra historia.



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