sábado, 11 de abril de 2009

Prehistoria en la Baja Alpujarra

Estudiar un periodo de tiempo tan extenso y lejano se hace harto difícil por la poca cantidad de restos que han sido descubiertos, pero algunos hay y de gran importancia.

En 1868 Manuel de Góngora y Martínez en su libro Antigüedades Prehistóricas de Andalucía recoge el hallazgo prehistórico más importante producido en la Alpujarra, el descubrimiento de una necrópolis neolítica en la Cueva de los murciélagos, en Albuñol.

Gracias a este, conocemos cómo vivían, cómo vestían, que útiles manejaban, que plantas usaban… los antiguos pobladores de la Alpujarra.

En 1831 Juan Martín, propietario de los terrenos donde esta la cueva, se adentró en ella y vio la gran cantidad de guano acumulado en el transcurso de los siglos por los murciélagos que en ella habitaban, este lo usó para abonar sus campos. En 1857 se encontró una muestra de plomo en la cueva, se pensó que había más (en parte debido a la codicia y a la fiebre minera que se daba en esos años en toda la comarca), se formó una compañía minera y se dispuso todo para empezar a explotar la cueva. Al despejar la entrada interior de unos peñascos que la obstruían se divisó una sala en la que yacían tres esqueletos recostados, uno de los cuales ceñía una diadema de oro en el cráneo. Más adelante encontraron doce esqueletos colocados en semicírculo alrededor de un esqueleto de mujer, muy bien conservado y vestido con una túnica de piel abierta por el costado izquierdo y, sujeta por medio de correas enlazadas; también mostraba un collar de esparto, de cuyos anillos pendían caracolas de mar, exceptuando el anillo del centro que ostentaba un colmillo de jabalí labrado por un extremo. El esqueleto de la diadema vestía corta túnica de finísima tela de esparto, también los otros, aunque algo más toscas. Llevaban gorros de esparto doblados en su cono, de forma semiesférica. El calzado también era de esparto, muy bien labrado.

Había junto a los esqueletos cuchillos de esquisto, instrumentos y hachas de piedra, cuchillos y flechas con punta de pedernal pegadas a palos con betún, bolsas de esparto con cortantes armas de guijarro, vasijas de barro adornadas con filas de agujeros o con líneas perpendiculares, unas cocidas al sol y otras al fuego, un gran pedazo de piel gruesa, cuchillos y punzones de hueso y cucharas de madera trabajadas a piedra y fuego con el cazo ancho y prolongado, mango corto y con un agujero para llevarlas colgadas.

Cincuenta cadáveres se encontraron en toda la cueva, todos con sus calzados y trajes de esparto y armas de piedra. También se encontraron unas bolsas de esparto, unas llenas de tierra negra que en su origen serian alimentos, carbonizados por el paso del tiempo, otras, más pequeñas con mechones de pelo, flores, semillas de adormideras o conchas marinas.

Vivían en la edad de piedra, el único metal que conocían era el oro (al presentarse como pepitas y en estado puro), no conocieron ni el cobre, bronce o hierro, usaban armas y herramientas de piedra o hueso. Tenían vasijas de barro de varias hechuras y toscamente labradas, en forma oblonga, con un escaso reborde en el asiento; ligeramente cóncavas y prolongadas, con borde liso o pequeña vuelta en la parte superior; con asas poco salientes o sin ellas y adornos muy sencillos.
Sabían curtir las pieles, pero se vestían, calzaban y cubrían con trajes y esparteñas de esparto finamente trabajado, usaban tintes rojos y verdes para teñirlos.

Con la llegada de los Fenicios a las costas de Adra empezó el comercio con otros pueblos, el alpujarreño se hizo minero para comerciar con los nuevos visitantes, prueba de ello es la tablilla de plomo encontrada en una antigua mina de Berja con más de dos mil años de antigüedad.


En Turón nos encontramos más restos en el Cerrillo del Llanete y en la necrópolis del Marchal, esta última perteneciente a la cultura del Argar.
En Benínar hay indícios de asentamiento humano de la edad del cobre en el Cerrillo de la Gobernadora y del neolítico final en el Cerrillo de la Hoya de Cuenca.

Saludos.

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