domingo, 28 de noviembre de 2021

Memorias de Benínar. Entrevista a Juan Sánchez Morillas

 Ambos vivimos en Granada, a unos kilómetros de distancia en línea recta y tuvo que ser la Asociación Plaza de Benínar la que nos presentara. En aquel momento estaba investigando su historia familiar, la de la familia Sánchez Quero para publicarla en la revista Farua, y proverbial fue su interés ya que me aportó conocimientos y material para terminarla.

Juan es nieto de Juan Sánchez Quero, el médico que cuidó y curó a nuestros abuelos en Benínar.

Esta entrevista se realizó el 18 de septiembre de 2012, algo ha llovido desde entonces, hoy, día de todos los santos empiezo a redactarla terminándola el 28. La falta de tiempo libre ha dilatado su preparación y publicación.


Juan Sánchez Morillas



“Nací en Los Gallardos un 27 de diciembre de 1937 y mi relación con Benínar era porque mi tía Araceli vivía allí.

Como he dicho, nací en Los Gallardos pero estoy bautizado en Benínar, esto es así porque al nacer en 1937, en plena Guerra Civil, mi padre, que se las daba de beato, me bautizó él por su cuenta y riesgo pero como tenía la duda de si lo hizo bien o mal, lo consultó con el cura que había entonces en Benínar y al final decidieron bautizarme en la iglesia de Benínar con el nombre de Juan José Aureliano, dos años después de haber nacido.

En tiempo de la Guerra Civil mi tía amparó en su casa a un cura que vino de América, que fue misionero o algo así, allí estaban los libros de la iglesia[1].


Año 1942



[1] Gracias a este hecho los libros parroquiales de la iglesia de Benínar no fueron quemados.


Araceli era soltera y mujer muy beata, tanto que la parte de arriba de la casa la donó a la iglesia. Al final se fue con mi hermana y falleció en Vitoria, donde está enterrada.

Paco, recuerdo a tu abuelo, el ebanista, que vivía en una casa al lado de la ermita. Me llamaba la atención eso de la carpintería. También había otro carpintero enfrente de la casa de Rosario “la de la leche”.

¿Cuáles son los recuerdos más antiguos que conservas del pueblo?

“El recuerdo más antiguo que tengo de Benínar fue siendo muy niño, cuando murió el abuelo de Juan Sánchez Fernández, que vivía cerca de tu pariente Aurelio, era un niño muy curioso y no se me ocurrió otra cosa que meterme en el velatorio, cuando llegó la noche pasé mucho miedo. Otro fue cuando falleció el padre de Juan Fernández Campoy, el que fue alcalde del pueblo”.

¿Cómo era la casa de tu tía?

“Cuando iba a Benínar paraba en casa de mi tía Araceli, la llamaban la señorita Araceli. Al entrar había dos habitaciones, una a la izquierda y la de la derecha era el despacho que mi abuelo Juan Sánchez Quero donde tenía un par de vitrinas con bisturí, tubos de ensayo, un microscopio que por cierto, se lo regaló mi tía a Antonio “el de Emilia”, así como una caja que contenía huesos de un esqueleto, en la frente de la calavera tenía un nombre. A esa calavera le metían una vela dentro y me asustaban cuando era pequeño, y es que era la piel del diablo y no sabían cómo controlarme. Después había un comedor, un cuartito pequeño y el patio donde había parras. En ese patio tomábamos la merienda y el sol en invierno. Por un pasillo se iba a la cocina, era amplia, con un fogón donde nos calentábamos en invierno. En el horno se cocía pan cada 15 días, mi tía me mandaba a casa de las vecinas a por “la reciente” (Clemencia, “la de Pepe el de Carpo”, Rosario “la de Paco Ginebra” o Lola Ruiz). Al lado de la cocina había una cámara con atrojes donde se almacenaba la almendra, la aceituna cuando se recogía (se ponía al rojo vivo y perdía calidad) y pajar, debajo estaba la cuadra con la burra. Había cinco paratas con naranjos, parras, manzanos, peral, dos naranjos dulces, al final del último bancal había un granado que estaba tan torcido que lo usábamos de puente para cruzar el barranquillo que venía del Barrio Alto e ir a las Lomillas, donde mi padre tenía una finca con una higuera de higos de cuello de paloma, por el barranquillo circulaba la jámila (alpechín) cuando molía la almazara.

La casa tenía tres dormitorios, dos arriba y uno abajo donde durante una temporada lo estuvo usando mi tío abuelo Facundo, no sé por qué, pero allí estuvo viviendo. En el corral de las gallinas, que estaba saliendo al patio a mano izquierda, había un chambao con un agujero y las gallinas se encargaban de limpiar los despojos, también había una puerta que conducía a la balsa de Pepe Pérez que era donde estaba el alambique, de allí cogíamos agua para fregar el suelo y para el jardín o huerto.

Ese alambique lo veía cada vez que vaciaban la balsa para limpiarla de fango y veía a Pepe hacer el aguardiente que vendía en el despacho que tenía en su casa, en el mismo lugar donde tiempo después se compraban las alcaparras.


Alumnos y maestro en Benínar



Durante una temporada fui al colegio de niños que estaba en la plaza, tenía seis años, el maestro era don Antonio González. Había en la clase una ventanilla por donde entraba el sol, yo tenía un trozo de espejo con el que jugaba hasta que un día encandilé al maestro, me arreó con la palmeta en la mano, me dio tal coraje que le tiré un pedazo de pan que tenía guardado en el bolsillo y salí corriendo.

Después, estando en la Alquería iba a la escuela con mi padre, también estuve en el colegio de Adra pero con otro maestro, don Antonio Ariza, en una casona muy grande que estaba al lado de la torre donde hacían los perdigones, en la tercera planta estaba la escuela. Mi padre estuvo de maestro en la Alquería, Los Gallardos, Adra y Málaga.

Ya de mayor me buscó un trabajo de profesor, fue de sustituto de un maestro en la escuela que había al lado del campo de fútbol antiguo en Adra.

A Benínar iba en verano, Navidad y Semana Santa. En verano iba a bañarme a la balsa de los Cazarones que estaba debajo de la Mecila, recuerdo cuando con algún amigo íbamos a robar melones y por las noches nos reuníamos en el Reduto. Mis amigos eran Paco Ruiz “el maestro”, Antonio “el de Gonzalo”, Pepe “el de Julia”, Federico Arcos, el hijo de Pepe “el de Carpo” que fue Guardia Civil… Con Antonio “el de Emilia” nos íbamos a buscar cigarrones por los cerros para dárselos a las tórtolas y perdices que tenía en su terraza. También tenía una escopeta de aire comprimido que lanzaba balines con pelillos en la parte de atrás, ponía de diana una piel de borrego, al disparar el balín se quedaba atranca en los pelos de la piel y se recuperaba para volver a usarlo.

Hacíamos travesuras típicas de la edad, recuerdo en la parte de abajo del Barrio Alto, al lado de la carretera aparcaban los coches y camiones. Un día llegó un camión y me entretuve en vaciarle una rueda y como allí había tantos talleres… no sé cómo se las arreglaría el hombre para inflarla. También me gustaba engancharme en los camiones cuando iban para el Collao.

En navidades se cantaban villancicos y había numerosos actos religiosos. Isabel “la de Antonio el Nene” cantaba unos villancicos que me gustaban mucho e iba acompañada por unos platillos que tocaba “el rubillo”, abuelo de Encarna y María que viven el Barcelona. Se subían al coro de la iglesia a cantar”.

¿Y del cementerio que había al lado de la iglesia, qué recuerdas?

“Pues otra fechoría. Un día me hicieron unas palomitas de papel para jugar, Kiko me las quitó y se las llevó al cementerio que había al lado de la iglesia y las echó dentro de un nicho. Gateando me metí dentro del nicho y cogí las palomitas, allí había huesos por todas partes. Tiempo después lo arreglaron y pusieron parras”.

¿Y de las fiestas, qué recuerdas Juan?

“Sobre todo las de Semana Santa porque me metía en la rueda de “las caras y las cruces”. En la puerta del Sol se hacía un círculo de gente y se jugaba a Cara y Cruz con unas monedas de cobre de Alfonso XIII, allí se jugaba uno el dinero y siempre perdía las cuatro gordas que tenía.


Juan y Pepe en 1959



De las fiestas siempre tendré el recuerdo del helado de avellana. Se hacían tres o cuatro quioscos en la plaza, uno de estos lo ponían en la parte que daba a la cárcel que la usaban para guardar las barras de hielo envueltas en paja, otro en la puerta de la escuela y otro al fondo a la derecha en la casa de María “la pulía” creo que se llamaba, cerca de donde vivía Teresa “la de la plaza”.

En unas fiestas fue un ilusionista, en su espectáculo me sacó y me hizo dormir, el creía que estaba dormido pero no, estuve haciendo el paripé de que yo hacía lo que él quería, le seguía la corriente”.

¿Y del agua qué me puedes contar?

“El agua, tema fundamental en Benínar. Siempre me tocaba ir por el agua de beber a la Cañaroa o Viñuelas con la burra, alguna vez también fui a la fuente del Cejor. Para dar de beber a los animales iba a la fuente del Murallón que tenía un buen caño y manaba mucho más que las otras.

Recuerdo el día que vi mi primer desnudo, tenía 12 o 13 años, allá por los años 1949 o 1950, iba de regreso con la burra y los cántaros llenos de la Cañaroa y se me ocurrió asomarme al brocal del río, en la cueva de la fuentecilla de la Virgen había una gitana completamente desnuda, aquello me impresionó, era inocente en aquellos tiempos (risas)”.

¿Estuviste en muchas matanzas?

“Ufff, en muchas. Eran todo un ritual. En el patio de la casa de mi tía se mataba el marrano y pelaba. Al principio le cogía del rabo, cuando me hice un poco mayor ya cogía la pata (risas). Abajo había una habitación que daba a la despensa, era muy fresca, que después la utilizó el cura como entrada, se colgaba al marrano por medio de la camal. El fuego encendido con la caldera de las morcillas que una vez cocidas las sacaban las mujeres para que se orearan. Lo mejor era la fritá de la asadura, el puchero…”.


María del Carmen y Juan



¿Se hacía pan?

“Cada quince días. Lo hacía mi tía o mi madre. El horno estaba al fondo de la cocina, en la parte de arriba tenía una ventana con reja. Había en la casa dos artesas, una pequeña que siempre había estado allí y otra grande que compró mi padre de segunda mano en Adra. Yo era el encargado de pedir la reciente a las vecinas”.

¿Qué tiendas recuerdas?

“La de Doloricas, la de los padres de Paco Ramón, la de Clemencia en la carretera, que era donde paraba la Alsina y la de Julia, de Pepe Fernández Campoy que tenía un camión. Iba a comprar principalmente a esta última que estaba al lado del estanco.

En el estanco se vendía además de tabaco, alcohol, vino… todo vicio (risas). Pepe era el estanquero, que iba a Berja con una bestia por el tabaco, después se lo traía la Alsina.

En el estanco pillé mi primera borrachera, fue en las navidades del año 1958. Me fui voluntario al ejército y a los diez días de estar allí me dieron quince de permiso, me fui al pueblo y estuve alternando con los de allí, que le pegaban bien al anís y ¡No veas que borrachera, fue tremenda!

El tabaco que fumaba se llamaba Peninsulares, eran los más baratos. Un verano, tendría unos 19 años y estaba sin un duro, así que preparé una carga de tomates del huerto de mi tía, de madrugada los metí en los capachos y me fui con la burra a Berja a venderlos. En los soportales de la plaza dejé los capachos y la burra la llevé a una posada que había al lado, me dieron 7 u 8 pesetas por los tomates que me los gasté en Peninsulares. A día de hoy llevo siete años sin fumar, eso que he ganado”.

¿Recuerdas las almazaras y molinos?

“La de arriba de Pedro “el de Emilia” y la de debajo de Juan Ruiz, la que estaba cerca de la Ramblilla. En el Reduto no podías estar porque te quedabas helado, la solución era ir a calentarse a la caldera de la almazara, se pasaba bien, era un refugio para la juventud.

Más de una vez mi tía me hizo llevar un costal de trigo con la burra al molino del puente, tenía trigo y cuando necesitaba harina la llevaba a moler. La dejaba allí y después iba a recoger la molienda”.

¿Cómo fue tu vida fuera de Benínar?

“En 1950, con trece años mi padre me mandó al seminario de Granada, en la Placeta de Gracia, estuve cuatro años y pico, me salí porque quería ir a los Padres Blancos a África pero mi madre no me dejó y mi vida conventual se echó por tierra. En el verano del 57 fui a Madrid, a Cuatro Vientos, a ingresar en la Escuela de Especialistas de Electrónica donde daban cursos de radiotelegrafista. Estuve treinta años en el ejército, los últimos 16 en la base de Torrejón de Ardoz, mi trabajo fue mecánico de electrónica, estuve trabajando con el avión Phantom. En 1997 me vine a Granada, me hice una casa en Armilla y aquí estoy.


Junto a un F-18 en Torrejón



Para terminar, ¿Cómo sentiste la desaparición de Benínar?

“Antes estaba alejado del pueblo y de la gente y no tenía tanta nostalgia, ahora al estar conectados con todos vosotros, los de la Asociación Plaza de Benínar, bastante ya que han vuelto a mi memoria los recuerdos de mi niñez”.


lunes, 26 de julio de 2021

La primera máquina de escribir de Benínar

¿Quién no tiene en su casa una máquina de escribir? Pocos pueden levantar la mano, los demás seguro que nos ponemos a recordar dónde la tenemos guardada.

Hubo un tiempo en el que se escribía a mano, en una cuartilla o folio con a un lápiz, pluma o bolígrafo. Así se plasmaban las ideas que, con sus correspondientes tachones, iban tomando la forma y el sentido deseado. Pero como no todos habían aprendido a escribir con los cuadernillos Rubio, para evitar la mala caligrafía y, por consiguiente, la errónea lectura o interpretación de lo escrito, se fue imponiendo en la administración y empresas la máquina de escribir.

Fue un invento con muchos padres, cada inventor aplicaba su idea y poco a poco fue desarrollándose hasta llegar al estándar que conocemos. Su importancia ha sido enorme, una oficina no era tal si no se escuchaba su cliqueo. Todos recordamos alguna película de época con el peculiar sonido de fondo en alguna escena.

Se creó un negocio a su alrededor, se vendían máquinas como churros y miles de academias donde te enseñaban a escribir sin mirar teclado y alcanzando 250 pulsaciones por minuto, al terminar el curso te entregaban un diploma que muchos colgaban en el salón de sus casas.


Diploma encontrado en Google



Su final vino de la mano de los procesadores de texto y ordenadores. La tecnología evoluciona y nos simplifica el trabajo.

Esta historia comienza a finales de 1948, Luis Fernández Arcos, que hacía pocos meses había sido nombrado secretario interino del ayuntamiento de Benínar, solicita al alcalde, Francisco Baños Moral, “de la necesidad imperiosa de adquirir una máquina de escribir por la secretaría del ayuntamiento, porque con ella quedaría reducida en parte el ímprobo trabajo que sobre el secretario pesa por los múltiples servicios que hoy pesan sobre la secretaría y la falta de personal”.

A finales de octubre se ponen en contacto con el delegado de Hispano Olivetti en Almería para informarse de los modelos que hay en el mercado y los precios. Se encarga una junto a una mesa y esterilla.

En enero de 1949 llega la máquina al pueblo, puedo imaginar la cara de satisfacción del secretario y el corrillo que se forma a su derredor al pulsar las primeras teclas.


Hispano Olivetti M40



La máquina costó a los benineros 4.800 ptas, la mesa 193 ptas y la esterilla 25 ptas. Imagino que se vendería con una cinta incluida ya que no se especifica en la factura.

En ese año Antonio Victoria Sánchez estuvo arreglando un tramo de la carretera que iba a Darrícal, cobró de jornal 15 ptas al día. Si Antonio hubiera querido comprar una, habría tenido que trabajar 320 días, así os podéis hacer una idea de lo cara que era o lo mal que se pagaba el jornal (o las dos cosas).

Me hubiera gustado acompañar este artículo con una foto de la máquina de escribir. No sé si aún existe, si está olvidada en algún rincón o acabó sus días en la Ramblilla. Si alguien lo sabe o tiene una foto se lo agradecería enormemente ya que por sus rodillos se escribió parte de nuestra historia.



martes, 20 de julio de 2021

Fotos de la celebración del día de la Virgen del Carmen en Hirmes

El pasado 16 de junio celebramos en Hirmes el día de la Virgen del Carmen. Sencilla ceremonia seguida de bocadillos y pasteles.

Disfrutamos de un día muy especial que hemos guardado en nuestros corazones. 

Aquí os pongo algunas fotos.
















































Gracias a los benineros e hirmeros en general y a los mayordomos en particular por el trabajo que hacéis. Sin vosotros todo esto no sería posible.

Saludos.

jueves, 8 de julio de 2021

Noticias antiguas de periódicos almerienses

Aprovechando las vacaciones y el tiempo libre que lleva asociado, le doy un empujón a las investigaciones que llevo a cabo. Ahora estoy leyendo periódicos antiguos que cuentan noticias curiosas que quiero compartir con vosotros.

En el periódico Diario de Almería en 1924 nos cuenta que:

Una mujer beoda.

La policía ha detenido a Magdalena Serrat Planas por blasfemar en la vía pública, cometiendo actos inmorales en completo estado de embriaguez y promoviendo por tal motivo un monumental escándalo.

La “fresca” ingresó en la cárcel para cumplir los quince días marcados para equilibrar los efectos del mosto.

 ¡Esos autos vuelan!

La Guardia Municipal, que en esto de velocidades excesivas no transige, ha denunciado a los conductores de los automóviles números 97 y 235 de matrícula de Almería y al del auto-camión número 1813 de la de Barcelona, propiedad de la compañía Alsina y Graell, por excederse en la marcha por el Paseo del Príncipe (actual Paseo de Almería).




+La Cónica Meridional de finales de diciembre de 1876 avisaba que:

Un sabio italiano, el astrónomo Giovanni Castro, anuncia el fin del mundo para el 11 de enero de 1877, ese día un cometa reducirá a la nada a nuestro desgraciado planeta. Parece, según dicho sabio, que primero moriremos asfixiados y después seremos quemados.

Después publicitaba:

Aviso importante. A los señores médicos, al clero, los dentistas, los maestros y otras personas que desearen obtener el diploma de doctor o de licenciado de una universidad extranjera. Dirigirse con carta certificada a Médicus, 13. Plaza del Rey, Jersey (Inglaterra).




+La Crónica Meridional del primero de octubre de 1875 cuenta un suceso de película.

“El periódico francés Le Figaro refiere el siguiente horrible drama: Un horroroso drama acaba de suceder en el mar, a bordo del navío Glenaston llegado a poco a Liverpool y cuyo capitán, M. Bolton, que hace tres días que está en París nos lo ha referido personalmente.

El Glenaston había recibido a su bordo en Calcuta una jaula de hierro con cuatro tigres de Bengala y un arca que encerraba tres serpientes venenosas destinadas al jardín zoológico de Berlín. Las jaulas se colocaron en el entrepuente.

Durante los primeros días todo iba lo mejor del mundo, el guardián, un judío de Bengala, daba dos veces al día de comer a sus terribles huéspedes. Pero un hermoso día, habiendo llegado al estrecho de Malaca, el judío se embriagó y los tigres ayunaron.

De improviso, a la noche siguiente se oyeron terribles aullidos, eran los tigres que exasperados por el hambre pedían satisfacerla. A cada rugido aumentaban su furor comenzando una lucha horrible entre ellos. De repente cedieron las barras de las jaulas y en un salto los tigres salieron de la jaula y se colocaron en el puente.

¡Los tigres se han escapado, los tigres se han escapado! Este grito repartido por todas partes despertó a todos los pasajeros.

¡Al primero que se atreva a salir de su camarote le haré saltar la tapa de los sesos…! Gritó en capitán Bolton. ¡Toda la tripulación coja las armas y vaya al puente! Esta obedeció en el acto…

Los cuatro tigres, estupefactos por ver en derredor suyo el mar, y que por añadidura estaba muy agitada, se refugiaron en la popa.

El segundo de abordo dijo conocer a esos animales y pidió dirigir la caza.

¡Ordenad pues! Dijo el capitán.

Ocho hombres, los mejores tiradores, se colocaron sobre las maromas, apuntando pausadamente para hacer fuego todos a un tiempo a la señal convenida. Los cuatro tigres parecían asombrados y no se movían.

¡Fuego! Ordenó en capitán y ocho detonaciones sonaron simultáneamente. Dos tigres cayeron muertos, el tercero herido saltó sobre el puente mientras que el otro, apercibiendo a un marinero sobre una escalera se lanzó sobre el de un formidable salto, lo agarró y cayeron al mar muriendo ahogados.

El tigre herido fue acribillado a balazos y hachazos mientras se defendía furiosamente. Abajo en los camarotes los pasajeros gritaban horrorizados.

Cuando se mató por fin al tigre había cuatro marineros heridos gravemente y cinco leves. El capitán Bolton tenía arrancado un pedazo de carne del antebrazo izquierdo.

Al retirar a los tigres muertos y la jaula rota otro nuevo terror se apoderó de ellos. En sus saltos los tigres habían roto la caja de las serpientes y dos de los reptiles se habían escapado.

El capitán hizo jurar a los marineros que habían hecho el descubrimiento de guardar el secreto, para no sembrar el pánico entre los pasajeros, y empezó una caza lenta pero activa.

Hombres resueltos, calzados de enormes botas para evitar las mordeduras los buscaban por todos lados. En todos los rincones del entrepuente se habían colocado grandes tazones con leche. Tres días pasaron y nada, las serpientes no aparecían. El capitán preocupado nada decía a pesar de las preguntas de los pasajeros, a quienes estremecía su semblante.

Una noche, hablando familiarmente el capitán con uno de los pasajeros llamado Barbier, el contramaestre se le aproximó y le dijo algunas palabras al oído. El capitán no pudo contener una exclamación de espanto y salió corriendo.

Mr. Barbier había dejado su camarote abierto al salir, entraron las serpientes y mordieron a su hijo de doce años. Renuncio a describir la agonía del desgraciado niño y de su padre. El capitán mató a las dos serpientes.

¡Cuán lejos estarían los viajeros del Glenaston de sospechar que en la embarcación les aguardaban los mismos peligros que viajando por las selvas de la India!




+Periódico El Radical en abril de 1907 avisaba que:

El 12 de abril llega a Almería un barco de turistas franceses, noticia que el periódico trata así:

“Mañana debe llegar a nuestro puerto el vapor Ile de France, la expedición de excursionistas extranjeros organizada por la Revue General des Sciences. El ayuntamiento de esta ciudad acordó recibir y agasajar a los distinguidos turistas que van a ser nuestros huéspedes durante algunas horas. Todos los almerienses, sin excepción, están obligados a coadyuvar por su parte a la obra patriótica y sencilla de que nuestra ciudad se muestre a los ojos de esos extranjeros como un pueblo hospitalario y culto. Evitemos muy especialmente que caiga sobre ellos toda la turba de pedigüeños, de mendigos y de golfos que tantas veces persigue, molesta y hasta insulta a los extranjeros. Seamos todos los almerienses lo suficientemente cuerdos e ilustrados para conseguir que no se les moleste, ni de ellos se abuse en forma ni manera alguna. Preséntese la población lo más limpia y aseada que sea posible. Pensemos todos, desde el primero al último que aparte del deber, aun el propio egoísmo nos aconseja, que procuremos hacer grata a los extranjeros su estancia entre nosotros.

En todos los pueblos que no solo van a la cabeza de la civilización, sino que atienden preferentemente a la defensa y al desarrollo de sus intereses materiales, Francia, Italia y Suiza, por ejemplo, la explotación del turismo moderno constituye una industria muy lucrativa para las naciones o las capitales que saben fomentarla. Ya que vamos a ser objeto de un ensayo por parte de esos distinguidos excursionistas franceses, no seamos insensatos que aparezcamos a su vista como un pueblo inculto e ineducado.

Rivalicemos todos en suplir con buena voluntad y cortesía la falta de riquezas y de monumentos históricos que no podemos ofrecer a los ojos de nuestros visitantes, y pensemos que esa pléyade de cultos extranjeros que mañana desembarcarán en nuestras playas han de juzgarnos por la rápida impresión de unas cuantas horas, en las cuales nosotros mismos hemos de ser los que les proporcionemos elementos para que ese juicio nos sea favorable o adverso”.


domingo, 23 de mayo de 2021

Nuevo libro de poemas de Mercedes García Fenoy

Ayer tarde un reducido grupo de privilegiados pudimos disfrutar de la presentación del tercer libro de poemas de mi querida amiga Mercedes.

La presentación se hizo en los jardines del antiguo cuartel de Los Mondragones en Granada, un entorno sin igual para apreciar la belleza de la poesía.






























Somos uno en dos,

o dos en un uno,

quiero ser una contigo,

para cuando me necesites,

en ti, seamos uno.



Gracias por compartirlo con nosotros.


domingo, 28 de febrero de 2021

Coronavirus 2.0

Hace unos meses un grupo de benineros nos propusimos ir recogiendo en este blog nuestras vivencias con el Coronavirus para dejar constancia a venideras generaciones de cómo vivimos y padecimos esta pandemia los descendientes de Benínar.

Ni qué decir que información sobre este tema hay hasta la saturación y más allá en internet, periódicos… también la hay sobre la epidemia de gripe de 1918 pero de su incidencia en los benineros poca.




Mi trabajo como farmacéutico en un pueblo del cinturón de Granada me sitúa en situación privilegiada de alto riesgo debido a la gran cantidad de personas con las que trato. Una mascarilla ffp2, una mampara de medio metro de alta, solución hidroalcohólica, jabón y una línea pintada en el suelo es mi defensa. Por desgracia, muy de vez en cuando tengo que recordarle a la gente que como se acerquen más al mostrador vamos a acabar dándonos un beso, a los obstinados además debo darles un “bufio” para que se den cuenta que no lo digo en broma.

Mis colegas sanitarios, los médicos de familia, hace un año que se enclaustraron en sus despachos y sólo atienden por teléfono (hecho que no entiendo ya que los especialistas, que son menos e insustituibles, sí te atienden en persona). Cuando un enfermo entra en la consulta el médico sigue un ritual que el teléfono no lo puede sustituir. Si nuestros queridos Eugenio o Juan Sánchez Quero levantaran la cabeza se pondrían la bata, una mascarilla y gritarían “que pase el siguiente”.

La primera noticia del virus la dieron los telediarios, decían que “en la ciudad de Wuhan, China, hay gente que se ha infectado con un virus nuevo…” Se le dio poca importancia, China queda muy lejos, claro, en burro sí, en avión a 12 horas y hoy en día todos conocemos a alguien que ha estado de vacaciones en China, Corea, Vietnam... Palabras como pandemia y Coronavirus empezaron a engrosar nuestro vocabulario, desde entonces nos saturan a diario con buena y mala información. Tanto nos han informado y sapientado que encuentro a un epidemiólogo en cada cliente que entra en la farmacia. Nunca he visto y padecido tanta paranoia en personas públicas o privadas, los de arriba mandan fumigar las calles con lejía (como si el virus estuviera paseando o jugando a las chapas en la acera), y los de abajo al llegar a su casa meten las monedas en lejía, también los hay que no quieren el cambio porque no ha sido desinfectado previamente (la ONG Farmamundi por medio de su hucha lo agradece ya que ese dinero “infectado” sirve para una buena causa).

Es tanta la histeria que los hay que entran en la farmacia dando un puntapié a la puerta, ya que pocos osan de tocar la manilla, es como en las películas del oeste cuando se entraba en el bar. Más de una vez he tenido que escuchar a histéric@s entre sollozos afirmar “que todos vamos a morir”, a lo que siempre respondo “pues claro, de viejos”.

Recuerdo la moda de los guantes, un erudito televisivo dijo que había que llevar guantes y obediente que es la audiencia empezó a buscar guantes por todos sitios, incluso los de la fruta del Mercadona valían. Personas con guantes llenos de mierda pululaban por todos lados, no paraban de tocarse la boca, rascarse la cara o los ojos cuando les picaba, “María rásquese el ojo con el codo que el guante lo tiene sucio”. Todo terminó cuando otro erudito dijo que menos guantes y más agua y jabón, debía ser un hombre sabio.

He visto miedo, terror, pánico en los ojos de mis clientes y, puedo decir que he hablado con la muerte a diario. Muchos de mis clientes, algunos amigos, ya no los veré jamás, sólo en mis recuerdos. Todos los días veo la pena en la mirada de sus familias y se nos quiebra la voz cada vez que los recordamos. He pasado un mes de diciembre y enero muy duro viendo a familias enteras enfermar y algunos morir. Hubo días que la campana de la iglesia lloraba a sus feligreses con demasiada frecuencia.


Fotografía de vacuna. www.expansion.com


Hay gente que todavía cree que esto es una simple gripe, a escondidas organizan fiestas para disfrutar del porrito y cubata, luego serán sus padres y abuelos los que paguen sus excesos y como siempre, culparán al sistema sanitario de no estar preparado.

Estamos ante el dilema del confinamiento o el consumo, si a la gente la confinamos nos cargamos la economía como sucedió el año pasado. Este país vive del turista (de aquí y de allí), el sector servicios es el mayoritario y el que da de comer a muchos. Si no hay turismo no se consume y si no se consume no se produce. El paro ha aumentado una barbaridad, el paro de los de aquí porque los cientos de bolivianos que viven en el pueblo donde trabajo ninguno engrosa la lista del paro, el marido trabaja en el campo de jornalero y la mujer cuidando abuelos.

Con respecto a las vacunas decir que me repugna que haya gente que se aproveche de su cargo para vacunarse, sobre todo habiendo tanta gente mayor a la que proteger. Me repugna que esta enfermedad la utilice una clase política que no está a la altura para tirarse los trastos a la cabeza, para ponerse medallas cuando nos envían y ponen un puñado de vacunas y que sólo comulgan juntos cuando se suben el sueldo.

Ha pasado un año y no me he contagiado, toco madera y le doy gracias a Dios por mí y los míos. La semana pasada me vacunaron con la Pfizer, en marzo toca la segunda dosis y recomiendo que tod@s hagan lo mismo. Este virus no es una gripe, es completamente distinto y para algunos, mortal.


El final del túnel


Esta es mi historia sobre la pandemia, me he callado muchas situaciones muy desagradables porque no es el lugar ni momento para escribirlas.

¿Qué futuro nos espera? A esta pregunta responderán muy acertadamente dentro de unos años los eruditos con montañas de datos, gráficos y estadísticas, yo sólo puedo decir que ya veo luz al final del túnel. Espero que esta luz no se apague con las nuevas mutaciones del virus porque ya estamos agotados de tanto sacrificio.

In memoriam de mi tía Guillermina y mi amigo Eduardo.