viernes, 28 de diciembre de 2012

...y el cometa Halley llegó a Benínar


Cuentan los mayores que haciendo obra en una casa de Benínar, al picar en una pared apareció un hueco. De allí se extrajo un libro que tenía dos tipos de escritura, una en árabe y la otra en un castellano muy diferente al actual. Este manuscrito ha pasado de generación en generación, de mano en mano hasta las mías.


Libro de Aadil
 
El libro es extenso, de quinientas páginas, sus pastas son de cuero de oveja curtido, relieves de flores y hojas de papel cosidas a mano con hilo de oro. En su primera página comienza así, soy Aadil, hijo de Yusuf, nieto de Omar, bisnieto de Muley Ibn-Annaar, mi apellido da nombre al lugar que los cristianos llaman Benínar…

El libro cuenta la vida de Aadil Ibn-Annaar, el último morisco de Benínar.
 

…Corría el año 1607 y la noche se iluminó en el cielo de Benínar.  Era 18 de febrero y Juan se calentaba frente al fuego de la chimenea. Estaba cenando el conejo que había atrapado en uno de los mojones que levantaron sus antepasados para delimitar las tierras que un día fueron suyas, a su lado yacía la cimitarra que un día le entregó su padre y que llevaba escondida tantos años que la herrumbre se había comido el brillo.

A Juan, sus vecinos lo llamaban en secreto Aadil, el justo, y era descendiente de moriscos. Su linaje se perdía en las antiguas tribus béticas que poblaron esta Alpujarra. Sus antepasados pasaron de ser paganos a cristianos, luego musulmanes y ahora, de nuevo cristianos. Cada vez que llegaba un conquistador había que adorar a nuevos dioses. Sus abuelos fueron los primeros bautizados en el río de Benínar allá por el 1500 y desde entonces los llamaban moriscos. Él lo fue con el nombre de Juan de Válor hacía ya 76 años.
Mientras sus huesudas y temblorosas manos removían los rescoldos de la madera quemada sus pensamientos retrocedían en el tiempo, recordaba cuando su padre le contó que el día de su nacimiento, en 1531, un rayo de luz apareció en el cielo y ahí se mantuvo durante días.
 -Una señal de Alá- le decía con orgullo cada vez que contaba la historia.
-Tú, hijo mío has sido bendecido, vivirás grandes acontecimientos -
Esa misma luz en el cielo había vuelto a aparecer.
 
 El cometa Halley
Aadil fue alfaquí (juez) de musulmán y lacayo como cristiano. Su palabra y consejo era muy respetado entre su gente, al que consideraban persona justa y muy versada e instruida en leyes. Después de la guerra lo exiliaron con los suyos a Toledo. Poco tiempo después le propusieron regresar a cambio de información, debía contarles a sus nuevos amos como estaba repartida la tierra en la Alpujarra, en su querida Benínar.
El retorno fue duro, en el camino perdió a su amada Yasmin Había bebido el agua de una charca y murió de fiebres. Con sus manos desnudas cavó la tumba que la arroparía, de sus ojos no salió ni una lagrima de dolor, sólo de odio.
 
  Moriscos
Durante semanas acompañó al licenciado Alonso de Frías. Por aquel valle subían y bajaban montañas, todas las respuestas que daba a las preguntas que le hacían eran escritas en un libro al que llamaban de apeo. Ese Alonso era un hombre de pequeña estatura, flacucho, que usaba una especie de lentes cuando leía o escribía, era inteligente, locuaz. Tenía muy buena caligrafía y eso que escribía encima de un burro, lo malo es que olía igual que un cerdo ya que no era costumbre entre los cristianos el aseo diario y menos el uso de baños públicos.

El tiempo hace amigos o enemigos a los hombres, lo primero fue su caso. Alonso iba recogiendo y guardando todos los manuscritos que encontraba abandonados en los pueblos vacíos por los que pasaba, no sabía leer el árabe y en Aadil encontró a quien se los pudiera traducir. Juntos, en el silencio de la noche disfrutaban con la filosofía de Averroes, de los poemas de  Ibn Zaydun… 

-Este cristiano es un gran admirador de la belleza, cantor de la naturaleza y del placer, sus ojos chisporrotean ávidos de conocimiento cuando empieza a escuchar- así lo describe en el manuscrito.
El día que salieron en dirección a las Lomas iban solos, los dos soldados que siempre los acompañaban estaban enfermos y se quedaron en el pueblo. Alonso miraba los campos baldíos, los árboles secos, le preguntó a su compañero la causa de tanto odio, el porqué de una convivencia que había terminado en un baño de sangre.
 
Recuerdo la primera vez que vi a un cristiano –le dijo Aadil-, venía a caballo río arriba seguido de otros muchos al grito de ¡Santiago y cierra, España!, espadas en alto segando las cabezas de mis pobres vecinos que habían ido con sus cántaros por agua. Después trajeron sus ídolos y los metieron en nuestra mezquita. Al que más adoraban era a uno que llamáis san Roque del que se dice es muy milagroso y gustaban las gentes tocar su imagen a modo de talismán. Después nos prohibieron nuestra lengua, nuestras costumbres, nuestra ropa. Sólo éramos apreciados por la seda, cumplidos que se terminaban al pagar la alcabala...
 
Al caer la tarde, de regreso al pueblo se enteró que allí había estado Torrijos, ese cura morisco traidor al que no le tembló el pulso cuando vendió a su gente. Por un lado aconsejaba a los cabecillas de la rebelión, del otro los delataba a los capitanes cristianos. Había venido a llevarse la tajada de su traición. Con el acetre rociaba de agua bendita las paredes y suelos de la mezquita, reconvertida en iglesia, para ahuyentar los demonios que decía allí habitaban.

 
 
 Repoblación
 
 
Alonso de Frías terminó su trabajo, antes de irse le regaló un libro con páginas en blanco que le había sobrado y se marchó. Allí quedó Aadil solo, en medio de un pueblo fantasma. Pasaron los meses y el lugar se iba llenando de cristianos. Los primeros en llegar fueron los Vitoria, después los Martín, Rodríguez, López…venían con sus escasas pertenencias a empezar una nueva vida. A él lo tomaron como cristiano viejo que sobrevivió a la matanza, además ¿A quién le importa un viejo?

Los años pasaron y llegamos a aquella noche, la de 1607 en la que una luz brillaba en el cielo de Benínar. Esa mañana su excelencia el señor canónigo de la Catedral de Granada, don Francisco Torrijos ofició la misa en la iglesia de Benínar, había venido a cobrar las rentas de su cortijo, el del Canónigo y demás tierras. Al ver a su antiguo vecino lo reconoció y sonrió, llevaba años soñando con el oro que escondieron sus feligreses antes de ser expulsados. Ese oro le abriría muchas puertas, hasta la Corte si había suficiente y si no hablaba, lo denunciaría a la inquisición por hereje.

Juan de Válor terminó de cenar, tiró los restos del conejo, se lavó las manos y con una paciencia infinita comenzó a afilar la cimitarra. Había llegado el momento de su venganza, Torrijos debía morir....
Continuará.
 
(c) Francisco Félix Maldonado Calvache. Diciembre de 2012.


jueves, 20 de diciembre de 2012

Feliz Navidad

 
 
 
 

miércoles, 12 de diciembre de 2012

La muerte, la caja y la Cofradía de las Ánimas

Hablar de la muerte no es grato para nadie, ni siquiera para los que viven de ella porque conlleva pena, desesperanza, dolor. En los pueblos alrededor de la muerte hay todo un ritual que pasa de generación en generación, de boca en boca, de difunto en difunto. El saber hacer, el saber estar, cómo velar, llorar... y al final enterrar, es todo un ritual que ha ido evolucionando lentamente en el tiempo y ahora los tanatorios han cambiado rápidamente esas costumbres.
Tenemos toda una vida para prepararnos y casi siempre nos coge desprevenidos, sin avisar, sin apenas tiempo para despedirnos. La muerte se lleva lo mejor de nosotros, y lo peor… no hace distinción de clases ni de riquezas, nos quiere a todos por igual. Si somos buenos en vida nos recordarán, si no lo somos nos olvidarán. A todos nos gusta escuchar en boca de otros cumplidos a nuestros antepasados, nos hace sentir aún si cabe más orgullosos ser hijos o nietos de.
Aparejada a la muerte está el luto, palabra que deriva del latín luctus que significa dolor, pena. En mi Alpujarra era riguroso, no se podía hacer nada que manifestase alegría. Por ejemplo, salir en las fiestas estando de luto era impensable o ver la televisión, encender la radio, ni siquiera abrir de par en par las ventanas o puertas de las casas, apenas un poquito, para que sólo quedase una suave penumbra. La vestimenta, de negro riguroso, de pies a cabeza (pañuelo incluido cuanto más atrás viajamos en el tiempo), tampoco dejarse ver mucho por la calle, ya se sabe… las habladurías y el qué dirán importaba demasiado en una sociedad tan aislada como era aquella.
 
Velando

 
 
Una vez le pregunté a mi abuela por qué no vestía de otro color que no fuera el negro, su respuesta fue: “Paco, era una niña cuando murió mi padre, después murió mi hermano, después mi madre, después… en 1969 tu abuelo, he pasado casi toda mi vida vistiendo de negro” y, falleció con 92 años.
La muerte siempre ha sido un buen negocio, ahora para los ayuntamientos y funerarias, siempre para los curas. En 1914 en Benínar por una misa se cobraba 1.60 pesetas y si era de aniversario 2.20 ptas.

El toque de la campana era siniestro, el característico “toque a muerto”. La gente al oírlo salía de casa corriendo calle abajo o arriba, preguntándose unos a otros quién había muerto, dirigiéndose al de la campana que seguro sabía a quién se le dedicaba tan lúgubres toques.
 
 
Campana de la iglesia
 
 
Sobre este tema se puede escribir más pero hoy no toca, sólo os voy a relatar cómo se hacía en Salas Altas un pueblecito de la provincia de Huesca, lo he encontrado ilustrativo y digno de mención:
“El toque combinado de las campanas para anunciar la muerte de un vecino se realizaba en el mismo momento en el que se comunicaba el fallecimiento, y después, al mediodía y/o al atardecer, tras el toque de oración, según la hora en que se hubiese producido. Al día siguiente, lo mismo, tras los toques de oración hasta el momento del entierro. Se iniciaba cuando el párroco iba a la casa del difunto y se continuaba cuando se llevaba al difunto desde su casa a la iglesia y tras la misa, durante el recorrido de la iglesia al cementerio.
Para diferenciar el sexo del fallecido, al finalizar el toque se daban 8 campanadas si el difunto era mujer, y 9 campanadas en el caso de que fuera hombre.
En la misa del primer aniversario del fallecimiento, se tocaba también a muerto, llamado este toque de “cabo de año”. Para diferenciarlo del toque “a muerto”, se suprimían las campanadas finales, y el toque era de menor duración.
Cuando el fallecido era un niño que no había hecho la Primera Comunión, es un toque combinado de las campanas, más rápido que el de muerto y con una diferente combinación de las mismas. No se tocaba en el “cabo de año”.

En Benínar (Almería) había una cofradía llamada de las Ánimas. Una de sus funciones era enterrar con dignidad a los pobres que no podían permitirse el lujo comprar un ataúd. Antaño, cuando alguien fallecía se llamaba al carpintero, tomaba las medidas y le hacía la caja a medida y sin demora, mientras tanto el difunto era adecentado, aseado, amortajado con su mejor ropa, preparado para el comienzo del ritual. Cuando llegaba la caja se sacaba de la cama y se le disponía con solemnidad dentro del ataúd. Lamentos, pésames y rezos eran las palabras y frases más frecuentes dentro de la casa, fuera, en la puerta, los hombres hablaban de cómo iba la cosecha o de lo poco que había llovido ese año. La expresión “vamos de muerto” todavía sigue siendo de uso común.

 

Caja de las ánimas
 
 
La cofradía tenía un ataúd en propiedad en el que se velaba el cadáver, al día siguiente se llevaba al cementerio, lo sacaban, enterraban en la tierra y la caja se guardaba en una habitación del camposanto a la espera de próximo huésped.
Dicha caja no sólo tenía inquilinos en la muerte sino también en vida. Siendo Francisco Sánchez alcalde de Benínar, a tan ilustre caja le salió un pretendiente, se llamaba Juan Sánchez.
A este buen hombre le dio la manía de ir al caer la noche al cementerio, saltar la tapia, cogerla, sacarla y pasearse por las calles del pueblo tirando de ella. Una vez terminada tan ilustre peregrinación regresaba al cementerio, se metía en su interior y se echaba una siestecita.

 
Dos pescadores pasaban al lado del cementerio...


Benínar era el lugar de paso de los pescaderos que subían desde Adra hacia los pueblos de la alta Alpujarra a vender su carga. Una madrugada dos de ellos, montados en sus burros conversaban de forma alegre y animada, al pasar junto a la puerta del cementerio uno de ellos le dijo al otro, “oye, pregúntale a esta gente si quiere pescado”, el otro preguntó “¿Queréis pescado?”. Una cabeza se asomó por encima del muro del cementerio y respondió ¿A cómo lo dais?
El pánico se apoderó de ellos, tanto que a uno le dio un infarto y allí mismo quedó muerto, al lado del camposanto. El otro hizo volar a la burra con tanto brío que en Benínar no se creía que un équido pudiera correr tan rápido.
Esto es historia y así os la he contado.

© Francisco Félix Maldonado Calvache. Diciembre de 2012.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Un día en Fiñana (Almería)

Siguiendo los pasos de Juan Calvache, comerciante de Guadix, llegué a Fiñana donde en 1570 vendió una esclava morisca… No es el comienzo de una novela histórica, el hecho ocurrió en realidad y para conocer la historia hay que visitar los lugares donde sucedieron.
Fiñana es uno de esos pueblos que rezuman historia por los cuatro costados y que el paso de los años los ha hecho venir a menos. Desde la década de los 60 hasta ahora ha perdido la mitad de sus habitantes.
Para ver el pasado glorioso de los pueblos hay que visitar sus monumentos, son el espejo de la opulencia o la pobreza.
 
Fiñana cuenta con una magnífica iglesia, restos de una alcazaba musulmana y una de las pocas mezquitas almohades que existen en España.


Iglesia Nuestra Señora de la Anunciación
 
 

Antigua mezquita almohade
 
 

Fuente pública
 
 

Calle del pueblo
 
 

Alcazaba
 
 

Panorámica
 
 

Ayuntamiento
 
 

Flora "autóctona" del lugar
 
 
 
Vídeo de Fiñana desde sus miradores 



Saludos.

martes, 27 de noviembre de 2012

Un día en Benalúa


Benalúa es un añejo pueblo de la comarca de Guadix (Granada) al que dejaron huérfano de apellido (antes llamado Benalúa de Guadix), algo muy habitual cuando el hermano pequeño crece a la sombra del grande.

A la iglesia, que nació como ermita allá en el siglo XVII, le están arreglando los tejados. Para recaudar dinero el pasado domingo se organizó un arroz popular amenizado con música y baile.
Da gusto ver como se organiza un pueblo para conservar un trozo de su historia, igual que nosotros con la de Hirmes.

 
Iglesia de Benalúa en obras.




Casa de la Juventud en Benalúa.
 
 
 
Preparando el arroz. Escena 1.
 
 
 
Preparando el arroz. Escena 2.
 
 
 
Unas tapillas de chorizo para calentar el cuerpo.
 
 
 
 
Preparando el arroz. Escena 3.
 
 
Masiva asistencia.
 
 
 

Un arroz riquísimo.
 
 
 
A todos nos gustó.
 
 
 
Aquí con el padre Damián y vecinos.
 
 
 
Sorteo de un jamón por el padre José Gabriel.
 
 
 
Vídeo Batuka Benalúa. Grupo Amanecer. Amenizando la comida.
 
 
 
 
(c) Francisco Félix Maldonado Calvache.


sábado, 17 de noviembre de 2012

Partida de defunción

A la mayoría de vosotros la historia os resulta aburrida. Fechas, datos y narraciones de acontecimientos históricos hacen bostezar a más de uno (servidor en ocasiones incluido) pero de vez en cuando aparece algún documento que hace resonar el eco de las carcajadas en las salas de consulta vacías de los archivos de este país. 
 
 
 
 
 

Os transcribo una partida de defunción. El hecho ocurrió en el municipio de La Matanza, Buenos Aires (Argentina) en 1881 y dice así:
 “El infrascripto, Eusebio Rodríguez, alcalde, certifico que don Manuel Chico, que muerto lo tengo de cuerpo presente, tapao con un poncho, al parecer reyuno, le sorprendió la muerte al salir del baile de don Rufino “El Catalán”, de la quebrada de doña Pepa. Lugar muy conocido y de pública voz y fama en el pago.
Interrogao el cadáver por tercera vez y no habiendo el infrascripto obtenido respuesta categórica alguna resuelve darle sepultura en el campo de los desaparecidos conforme cuadra su circunstancia física de que certifico.
Nota: hago constar de que el finao era muy amante de la bebida y muy dado a las galanterías amorosas, por cuya circunstancia tenía una cicatriz en la quijada izquierda producida por un cucharón de grasa caliente que le arrojó al rostro de la cara la hija de la parda Nicolasa, no se sabe por qué zafaduría.
Vale.”
 
Por lo que hagamos hoy así seremos recordados mañana.

Saludos. 

lunes, 12 de noviembre de 2012

Juan Vitoria

Mi nombre es Juan Vitoria, soy nacido y criado en Benínar.
Según me contó una vez el secretario del ayuntamiento, don Facundo, mi familia llegó a estas tierras a finales del mil quinientos procedente de Navarra y hoy, tantos años después, mi apellido y yo dejamos este pueblo.
 
De mi se dice muchas cosas, la mayoría buenas… o eso creo. En esta tierra a los hombres se nos talla según lo trabajadores que seamos. Los hay poco o muy trabajadores, hasta las ganas de trabajar se heredan ya que cuando se es o no trabajador, se dice es que es un “tal” o “cual”, refiriéndose siempre al mote familiar de una parte o de la otra.
Mi historia comienza un sábado cualquiera de mil novecientos nueve. Benínar está revolucionada, un grupo de veintitantos mozos grita, aúlla y berrea, ver a tamaña mesnada suelta por las calles del pueblo no es frecuente pero, era costumbre arraigada en estos lares que los mozos celebráramos por todo lo alto que nos vamos a la mili. Lo habíamos visto en nuestros hermanos y oído de nuestros padres así que nosotros no íbamos a ser menos. Además, esta noche Paco Blanco, el alcalde, siempre que no nos pasemos como aquella ver con el cura… haría la vista gorda.
Al principio no nos poníamos de acuerdo, las opiniones eran varias, no sabíamos qué hacer. Andrés Campoy quería continuar la cencerrada que le habíamos dado semanas atrás a Daniel “el viudo”, Juan Rincón que le robáramos los conejos al señor secretario del ayuntamiento y nos los comiéramos a su salud, Paco Rodríguez que le cantáramos a las mozas del pueblo…

Miguel Sánchez, el hijo de Roque había ido por la tarde a la destilería, la que hizo don Bernardo el cura y compró tres garrafas de aguardiente para calentar el gaznate. Para la mayoría de los mozos sería su primera borrachera (que no la última). En Benínar los hombres estábamos acostumbrados a beber vino pero ese aguardiente… eso sí que era ambrosía de los dioses, cada trago que bebíamos nos quemaba la garganta y nos hacía más felices y fanfarrones.

Alambique
 

Miguel era minero, había venido de Posadas (Córdoba) donde se había ido hacía dos años a trabajar. De pequeño fue monaguillo con don Bernardo y tan acostumbrado estaba al vino que era capaz de beberse una bota de media arroba y cantar la Misa de la Madre de Dios en latín sin desentonar una nota. Le acompañaba siempre Paco López, su mejor amigo de la infancia y compañero en la mina, era hijo de Nicolás y Dolores, hombre poco hablador, poco bebedor y muy trabajador, peseta que ganaba peseta que ahorraba. Siempre que nos sentábamos en el Reducto miraba en dirección a la Mecila y mientras se liaba el pitillo con hoja picada de patata decía “algún día le compraré ese cortijo a los Oliveros”.
 
El lugar de reunión fue la casa de Esteban Sánchez, la que había heredado de sus padres. Allí quedábamos siempre que teníamos ganas de divertirnos. De aquella casa se contaba que había sido posada, morisca al menos, ¡¡¡y por san Roque que sería cierto porque era enorme!!! Tenía un gran salón con chimenea, una de esas en la que  te podías meter dentro. A su cobijo y calor se habían sentado muchos alpujarreños, bebido mucho vino y contado muchas historias. El chisporrotear de los troncos y el vino que hacían los Fernández largaban muchas lenguas. De pequeño, pasaba más tiempo en aquella casa que en la de mi abuela, gustaba oír esas historias de gente que había hecho fortuna en las Américas, de cómo habían vuelto con tanta plata que al desembarcar habían tenido que alquilar una yunta de mulas para poder cargarla.
 
En Benínar desde pequeños teníamos novia, cuando nos enterábamos que había nacido una niña decíamos que nos casaríamos con ella. A esa edad no se es consciente que los pobres sólo tenemos derecho a la miseria y que los matrimonios se concertaban según los celemines que se poseía.
 
Mi amor se llama Inés. Tiene el cabello rubio como el oro y los ojos del color de las esmeraldas. Es la hija de don Ángel, el maestro. Nuestros corazones se fundieron el día en el que se tocaron nuestras manos y rozaron nuestros labios. En san Roque siempre buscaba sus cintas y ¡¡¡Ay de aquel que se me adelantara!!! Todos los días paso sigiloso por la puerta de su casa, haciéndome el despistado, con la esperanza de verla a hurtadillas, de oírla, de saborear el dulce aroma que su piel desprende.

Es un amor imposible, las cadenas del destino son demasiado pesadas, demasiado fuertes. Lágrimas en sus ojos me hicieron comprender que debía olvidarla. Ella no podía esperarme y yo no deseaba verla maltratada en boca del pueblo y familia. Desde entonces mi corazón está vacío y mi cuerpo sin alma. En mi mano tuve las moras de las emborrachacabras que había cerca del molino de río, moras cuyo dulzor quitaba la vida y daban la muerte.

 
Coriaria myrtifolia o emborrachacabras
 
 
Empezamos la fiesta haciendo unas migas, de sémola como es menester en esta Alpujarra, acompañadas de engañifa matancera, arenques, rábanos y todos los productos que nuestra tierra nos puede dar. En Benínar es costumbre poner la sartén en medio y cada comensal comer con su cuchara. Mi abuelo siempre contaba que en los tiempos del hambre, al pasar por el cortijo del Cortijuelo, vio que los que allí vivían estaban comiendo migas con sólo una cuchara que se pasaban unos a otros y que al decir buenas tardes nadie contestó porque todos tenían la boca llena.

 
 
 
 Migas

Una vez comidos, para rebajar la pesadez digestiva nada mejor que unos tragos de aguardiente y el acordeón de Pepe Garzón. Las diabólicas notas que emitía ese instrumento encantaba nuestros pies y llenaba el salón de parejas (holga decir que masculinas) bailando al son de la música.
 
Nadie sabía lo que Cayetano Fernández, José Figueroa y yo habíamos tramado. Ninguno queríamos dedicar tres años de nuestra vida al servicio militar y volver con las manos igual de vacías que cuando nos fuimos. Hacía tiempo que decidimos irnos a la Argentina o Brasil. Para el billete necesitábamos dinero, un buen montón de duros, por eso habíamos trabajado como mineros, jornaleros, segadores, pasadores en el río… daba igual en qué, incluso habíamos desplumado a más de un pardillo jugando a las caras. A las doce habíamos quedado en la Puerta del Sol, bajamos por el barrio Hondillo a la Ramblilla y de ahí río abajo hasta Adra, después… Dios proveerá.
Dejar la tierra que te vio nacer, la que te amamantó tantos años no es fácil, amaba cada piedra, cada rincón de ese pueblo y verlo desaparecer lentamente bajo el murmullo del agua y penumbra de la noche nos desgarró los corazones con lágrimas que se fundieron con el río.
Un suave murmullo invadió la noche... adiós Inés, adiós Benínar.

(c) Francisco Félix Maldonado Calvache. Noviembre 2012.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Elecciones en la asociación Plaza de Benínar





Ayer sábado a las cinco de la tarde, en el salón de plenos del ayuntamiento de Berja, la asociación Plaza de Benínar celebró su asamblea anual y elecciones para la renovación de su junta directiva. Se presentaron las cuentas del año pasado y presupuesto para 2012.
Por segunda vez en nuestra corta historia se convocaban elecciones. Sólo ha habido una candidatura, la encabezada por Paco Ramón que va a ser la que nos represente durante los próximos cuatro años.

Han votado un total de 40 socios, nueve de ellos por internet.

-Votos a favor de la candidatura presentada por Paco Ramón: 40
-Votos nulos: 0
-Votos en blanco: 0

 
La nueva junta directiva es la siguiente:

 
Presidente: Francisco Ramón Sánchez Maldonado.

Vicepresidenta: Rosario Ruiz Baños.

Secretario: Francisco Félix Maldonado Calvache.

Tesorero: Domingo Rabelo Fernández.
 

Vocal 1: Amelia Baños Sánchez.

Vocal 2: César Aurelio Maldonado Calvache.

Vocal 3: Rafael Bailón Moreno.

Vocal 4: Víctor Romero Cabeo.

Vocal 5: Encarna Sánchez López.

Vocal 6: Juan Gutiérrez Ruiz.

Vocal 7: Isabel María Rincón Sánchez.

Vocal 8. Antonio Callejón Sánchez.

Vocal 9. José Añez Sánchez.
 

Todos tenemos una meta en común, Benínar.

Saludos Benínar.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Benínar y los quintos de 1909

Contar historia es una cosa y contar historias otra. En este artículo pretendo combinar ambas, de cómo pudo ser aquel día de 1909 en el que los abuelos de unos y bisabuelos de otros debieron cumplir con la obligación de todo español varón de hacer el servicio militar.
Benínar era un pueblo tranquilo, por allí sólo pasaban los arrieros y el río. Dos veces al año los jóvenes se revolucionaban, primero por las fiestas y después por la llamada al servicio militar.
De las fiestas hoy no voy a hablar, quizá otro día, pero sí del reclutamiento que se hacía anual en el ayuntamiento de nuestro pueblo.
Todos los años el ritual era el mismo. Aquel de mil novecientos nueve, veintidós de los mejores mozos de la Alpujarra son llamados para defender a la patria durante tres años. A cambio se les daba alojamiento con chinches, ninguna instrucción y escasa comida. En aquella época valía más la vida de un burro que la de un soldado. Algunos se traerían las ropas del ejército para usarlas de vestimenta en los Moros y Cristianos.
 
Soldados en África. 1919.
 
 

Un sábado en concreto, a las doce del mediodía se reunió en pleno el ayuntamiento de Benínar. Paco Blanco Martín, el alcalde, leía una carta en voz baja, los concejales mientras tanto conversaban de lo poco que estaba lloviendo y del escaso caudal que llevaba el río, “este verano va a haber problemas con el riego, casi no hay nieve en la sierra” comentaba Antonio Baños.

Nicolás Saracho, secretario del ayuntamiento en funciones, llamó al orden, cada uno tomó asiento y con voz grave empezó a leer “En Benínar, a catorce de febrero de mil novecientos nueve, reunido el ayuntamiento del mismo en la sala capitular y en sesión pública para celebrar el acto correspondiente al reemplazo del ejército…”

 Numerosos eran los jóvenes que se arremolinaban frente a la puerta del ayuntamiento. Por la ventana los más pequeños se ponían de puntillas para así poder ver mejor lo que pasaba dentro y los mayores hacían sus corrillos según amistad o intenciones. En las casas las madres sufrían en silencio, entre sollozos preparaban la ropa que sus hijos pudieran necesitar, los padres, maldiciendo entre dientes porque ahora tendrían trabajo doble.
 

Oficial a caballo. Años 20.


Cayetano Fernández estaba deprimido, llevaba toda su vida aguantando las pesadas bromas de la gente, se metían con él porque no tenía padre, bueno, la verdad es que sí lo tenía pero no lo había reconocido. Su madre no poseía los bancalillos necesarios para que él dejara de ser ilegítimo. Días antes tomó la decisión de desertar, no aguantaba la idea de soportar más bromas sobre su ilegitimidad, se iría a las minas de la Carolina, a Asturias, no, mejor a las Américas, “allí nadie me conoce, me cambiaré el nombre si es preciso…de todas formas… ¿Qué más da el apellido que lleve?”, pensó.

Hacer las Américas era algo común en Benínar, los que las habían hecho regresaban con la plata suficiente para comprar una casa y tres o cuatro bancales, lo suficiente para jubilarse. Los niños se pasaban la infancia soñando con riquezas, con la plata del Potosí o el oro de El Dorado, sueños provocados por el suave tintineo que hacía la moneda de plata al caer al suelo. Jamás ningún contertulio contó la miseria que vivieron ni el miedo que pasaron, malviviendo y ahorrando cada peso ganado que luego al cambio se multiplicaría por tres en España.
Cayetano tenía dos amigos, José Figueroa y Juan Vitoria, amigos pobres, de compartir moras, almecinas y azufaifas, de subir a breveras y cazar conejos con lazo. Ellos sí que eran amigos, sobre todo desde que robaron las primeras naranjas a los Sánchez Quero y la vara de olivo de Antonio el alguacil no hizo efecto en sus lenguas. “Ellos vendrán conmigo, nos escaparemos e iremos de polizones en un barco a América”, pensó.

Un corrillo se había hecho en el Reducto, al lado de la rampa que llevaba a la plaza. Manuel Blanco era el que más ruido hacía, todos sabían que era sordo de nacimiento, otros que según le convenía. Con muchos gestos les explicaba a los demás que él no haría la mili, su tío le había dicho que los sordos no la hacían. A su lado Federico Roda sonreía, su metro y medio de estatura lo podía salvar, sólo tenía que ponerse unos pantalones anchos y encogerse unos centímetros cuándo lo midieran. Juan Rincón y Juan Antonio Díaz estaban eufóricos, por fin van a poder ver lo que hay más allá de aquellas montañas, por fin verían el mar y podrían subir en esas máquinas llamadas locomotoras.
Ninguno de los presentes había visto el mar. En Benínar todos los hombres sabíamos nadar, nunca se escuchó que nadie se ahogara en una balsa y si algún cuerpo aparecía en el río seguro que era el de algún forastero, de Turón o Murtas seguramente. Esos siempre cruzaban el río por el lugar más estrecho y profundo.

Carlos Maldonado, concejal, pidió la palabra, “hay mozos que están trabajando en las minas de por ahí, tenemos que avisarlos…”, su hermano Gabriel lo interrumpió levantándose de forma brusca y con aspavientos para espantar al enjambre de chiquillos que se habían subido a la reja de la ventana. “Paco López y Miguel Sánchez están trabajando en las minas de plomo de Posadas y Matías Sánchez en La Carolina…hay que avisarlos…”, continuó Carlos.
En Benínar éramos agricultores de día y mineros de noche. La tierra nos amamantaba con sus cosechas y la mina nos proporcionaba dinero. Estábamos viviendo la edad de oro de un pueblo ignorante de su destino.

Una vez terminada la asamblea, Nicolás Saracho salió a la calle y clavó en la puerta del consistorio una nota convocando a los mozos para la revisión médica del día siguiente. Miguel Sánchez, el hijo de Roque, de carácter dicharachero y guasón por antonomasia al leer la nota comentó “¡¡¡Anda coño, si mañana el médico nos va a tocar los huev…!!!”.

Saludos Benínar.

(c) Francisco Félix Maldonado Calvache.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Íllora, Tocón y Montefrío, paseando por sus calles.

En 2013 se cumple el milenario del Reino de Granada. Mil años de historia que os enseñaré pueblo a pueblo.





Saludos.

lunes, 16 de julio de 2012

Farua 15



El pasado viernes 13 de julio a las ocho de la tarde se presentó en Berja el nuevo número de la revista Farua.
El CVEH la presentó como viene siendo tradicional. Esta nueva Farua realiza un extenso recorrido, en sus 320 páginas y casi veinte trabajos, por todo el territorio alpujarreño y por las distintas etapas de la historia. Los contenidos son, como siempre, variados y -como es marchamo de esta publicación- totalmente novedosos, centrándose su cronología en la Edad Moderna y la Contemporánea, y predominando los trabajos sobre la Baja Alpujarra almeriense. Además de los artículos referentes a determinadas poblaciones (principalmente Berja, Adra, Benínar y El Ejido), incluimos otros de ámbito comarcal, como el que estudia los montes alpujarreños. Varios de estos estudios se ilustran a color (casi un tercio de la revista), lo que da mayor calidad y atractivo a la obra en su conjunto, sobre todo porque -por las características de los propios textos- enfatizan el contenido, al ser éste predominantemente referido a temas de arte.
Las secciones que vienen apareciendo en los últimos números se han mantenido en su práctica totalidad: Artículos; Biografías; Genealogías; Lugares con historia; Reseñas; Noticias y Enseñar historia, además de la Memoria de actividades del Centro. Referimos esta cuestión, pues permite ver la vitalidad de las secciones que, lejos de agotarse, toman personalidad propia y caracterizan aspectos concretos sobre los que incardinar una lectura específica –acercamiento si se prefiere- a la historia desde ángulos distintos.
Los investigadores que prestan su pluma para la obra vuelven a encontrarse entre los más prestigiosos de nuestra provincia, siendo sus artículos totalmente novedosos e inéditos.

Saludos.

(Texto en cursiva recogido de la web del CVEH).