Aprovechando las vacaciones y el
tiempo libre que lleva asociado, le doy un empujón a las investigaciones que
llevo a cabo. Ahora estoy leyendo periódicos antiguos que cuentan noticias
curiosas que quiero compartir con vosotros.
En el periódico Diario de Almería
en 1924 nos cuenta que:
Una mujer beoda.
La policía ha detenido a
Magdalena Serrat Planas por blasfemar en la vía pública, cometiendo actos
inmorales en completo estado de embriaguez y promoviendo por tal motivo un
monumental escándalo.
La “fresca” ingresó en la cárcel
para cumplir los quince días marcados para equilibrar los efectos del mosto.
¡Esos autos vuelan!
La Guardia Municipal, que en esto
de velocidades excesivas no transige, ha denunciado a los conductores de los automóviles
números 97 y 235 de matrícula de Almería y al del auto-camión número 1813 de la
de Barcelona, propiedad de la compañía Alsina y Graell, por excederse en la
marcha por el Paseo del Príncipe (actual Paseo de Almería).
+La Cónica Meridional de finales de diciembre de 1876
avisaba que:
Un sabio italiano, el astrónomo
Giovanni Castro, anuncia el fin del mundo para el 11 de enero de 1877, ese día
un cometa reducirá a la nada a nuestro desgraciado planeta. Parece, según dicho
sabio, que primero moriremos asfixiados y después seremos quemados.
Después publicitaba:
Aviso importante. A los señores
médicos, al clero, los dentistas, los maestros y otras personas que desearen
obtener el diploma de doctor o de licenciado de una universidad extranjera.
Dirigirse con carta certificada a Médicus, 13. Plaza del Rey, Jersey
(Inglaterra).
+La Crónica Meridional del primero
de octubre de 1875 cuenta un suceso de película.
“El periódico francés Le Figaro
refiere el siguiente horrible drama: Un horroroso drama acaba de suceder en el
mar, a bordo del navío Glenaston llegado a poco a Liverpool y cuyo capitán, M.
Bolton, que hace tres días que está en París nos lo ha referido personalmente.
El Glenaston había recibido a su
bordo en Calcuta una jaula de hierro con cuatro tigres de Bengala y un arca que
encerraba tres serpientes venenosas destinadas al jardín zoológico de Berlín.
Las jaulas se colocaron en el entrepuente.
Durante los primeros días todo
iba lo mejor del mundo, el guardián, un judío de Bengala, daba dos veces al día
de comer a sus terribles huéspedes. Pero un hermoso día, habiendo llegado al
estrecho de Malaca, el judío se embriagó y los tigres ayunaron.
De improviso, a la noche
siguiente se oyeron terribles aullidos, eran los tigres que exasperados por el
hambre pedían satisfacerla. A cada rugido aumentaban su furor comenzando una
lucha horrible entre ellos. De repente cedieron las barras de las jaulas y en
un salto los tigres salieron de la jaula y se colocaron en el puente.
¡Los tigres se han escapado, los
tigres se han escapado! Este grito repartido por todas partes despertó a todos
los pasajeros.
¡Al primero que se atreva a salir
de su camarote le haré saltar la tapa de los sesos…! Gritó en capitán Bolton.
¡Toda la tripulación coja las armas y vaya al puente! Esta obedeció en el acto…
Los cuatro tigres, estupefactos
por ver en derredor suyo el mar, y que por añadidura estaba muy agitada, se
refugiaron en la popa.
El segundo de abordo dijo conocer
a esos animales y pidió dirigir la caza.
¡Ordenad pues! Dijo el capitán.
Ocho hombres, los mejores
tiradores, se colocaron sobre las maromas, apuntando pausadamente para hacer
fuego todos a un tiempo a la señal convenida. Los cuatro tigres parecían
asombrados y no se movían.
¡Fuego! Ordenó en capitán y ocho
detonaciones sonaron simultáneamente. Dos tigres cayeron muertos, el tercero
herido saltó sobre el puente mientras que el otro, apercibiendo a un marinero
sobre una escalera se lanzó sobre el de un formidable salto, lo agarró y
cayeron al mar muriendo ahogados.
El tigre herido fue acribillado a
balazos y hachazos mientras se defendía furiosamente. Abajo en los camarotes
los pasajeros gritaban horrorizados.
Cuando se mató por fin al tigre
había cuatro marineros heridos gravemente y cinco leves. El capitán Bolton
tenía arrancado un pedazo de carne del antebrazo izquierdo.
Al retirar a los tigres muertos y
la jaula rota otro nuevo terror se apoderó de ellos. En sus saltos los tigres
habían roto la caja de las serpientes y dos de los reptiles se habían escapado.
El capitán hizo jurar a los
marineros que habían hecho el descubrimiento de guardar el secreto, para no
sembrar el pánico entre los pasajeros, y empezó una caza lenta pero activa.
Hombres resueltos, calzados de
enormes botas para evitar las mordeduras los buscaban por todos lados. En todos
los rincones del entrepuente se habían colocado grandes tazones con leche. Tres
días pasaron y nada, las serpientes no aparecían. El capitán preocupado nada
decía a pesar de las preguntas de los pasajeros, a quienes estremecía su
semblante.
Una noche, hablando familiarmente
el capitán con uno de los pasajeros llamado Barbier, el contramaestre se le
aproximó y le dijo algunas palabras al oído. El capitán no pudo contener una
exclamación de espanto y salió corriendo.
Mr. Barbier había dejado su
camarote abierto al salir, entraron las serpientes y mordieron a su hijo de
doce años. Renuncio a describir la agonía del desgraciado niño y de su padre.
El capitán mató a las dos serpientes.
¡Cuán lejos estarían los viajeros
del Glenaston de sospechar que en la embarcación les aguardaban los mismos
peligros que viajando por las selvas de la India!
+Periódico El
Radical en abril de 1907 avisaba que:
El 12 de abril
llega a Almería un barco de turistas franceses, noticia que el periódico trata
así:
“Mañana debe
llegar a nuestro puerto el vapor Ile de France, la expedición de excursionistas
extranjeros organizada por la Revue General des Sciences. El ayuntamiento de
esta ciudad acordó recibir y agasajar a los distinguidos turistas que van a ser
nuestros huéspedes durante algunas horas. Todos los almerienses, sin excepción,
están obligados a coadyuvar por su parte a la obra patriótica y sencilla de que
nuestra ciudad se muestre a los ojos de esos extranjeros como un pueblo
hospitalario y culto. Evitemos muy especialmente que caiga sobre ellos toda la
turba de pedigüeños, de mendigos y de golfos que tantas veces persigue, molesta
y hasta insulta a los extranjeros. Seamos todos los almerienses lo
suficientemente cuerdos e ilustrados para conseguir que no se les moleste, ni
de ellos se abuse en forma ni manera alguna. Preséntese la población lo más
limpia y aseada que sea posible. Pensemos todos, desde el primero al último que
aparte del deber, aun el propio egoísmo nos aconseja, que procuremos hacer
grata a los extranjeros su estancia entre nosotros.
En todos los
pueblos que no solo van a la cabeza de la civilización, sino que atienden
preferentemente a la defensa y al desarrollo de sus intereses materiales,
Francia, Italia y Suiza, por ejemplo, la explotación del turismo moderno
constituye una industria muy lucrativa para las naciones o las capitales que
saben fomentarla. Ya que vamos a ser objeto de un ensayo por parte de esos
distinguidos excursionistas franceses, no seamos insensatos que aparezcamos a
su vista como un pueblo inculto e ineducado.
Rivalicemos
todos en suplir con buena voluntad y cortesía la falta de riquezas y de
monumentos históricos que no podemos ofrecer a los ojos de nuestros visitantes,
y pensemos que esa pléyade de cultos extranjeros que mañana desembarcarán en
nuestras playas han de juzgarnos por la rápida impresión de unas cuantas horas,
en las cuales nosotros mismos hemos de ser los que les proporcionemos elementos
para que ese juicio nos sea favorable o adverso”.