Hay quien piensa que esto de la genealogía es una somera gilipollez. ¿De qué sirve? ¿Para qué pierdes el tiempo con eso? Esas preguntas más de una vez han sonado en mis oídos. Para esos arcanos de la palabra comienzo este artículo.
En los lejanos tiempos de la EGB nos enseñaron que el hombre o mujer, pasa por cuatro etapas en la vida, nace, crece, se reproduce y muere. Mientras pasamos de una etapa a otra dedicamos el tiempo a estudiar, ver la tele, ir a la playa, viajar, leer, amar… En algún momento de esa vida todos dejaremos un legado para que generaciones futuras sepan algo de nosotros, de cómo vivimos, quienes éramos. Ellos, los que están por nacer, lo tendrán más fácil ya que internet se ha convertido en el gran hermano y ha hecho nuestras vidas y obras públicas.
Por poneros un ejemplo de qué hablo, ¿Os acordáis del vídeo que hizo Jesús de Benínar? Cómo disfrutamos al vernos y ver a aquellos que tanto hemos amado y ya no los tenemos a nuestro lado. Ese legado ya es parte de la historia de nuestro pueblo, de Benínar.
Para mi, hacer la genealogía de un apellido no es poner una serie de nombres compuestos de palabras y alineados de arriba hacia abajo, no es eso, primero hay que saber quien fue y después indagar si hizo algo digno de contar porque la historia de los pueblos la hacen las personas.
En junio de 1980 comencé a investigar el apellido, cogí una libreta y fui a ver a mi abuela, viuda de Juan el ebanista, mujer de prodigiosa memoria que en una tarde me la llenó de nombres y apellidos, fechas, anécdotas y un sinfín de datos que sirvieron de base para comenzar esta andadura.
“Taitantos” años después, tras muchas horas pasadas en archivos, mucho tesón, paciencia y trabajo, esa base se ha consolidado en sólidos cimientos.
Para comenzar, en esta primera parte hay que ir a los albores, al nacimiento del apellido, todos los apellidos tienen un origen, puede ser toponímico, de un oficio, de un mote… el nuestro es singular, nació sobre el año 1190.
En 1874 nos lo relata en su libro “Origen del apellido Maldonado” el Duque de Rivas.
El linaje comienza en el almirante aragonés Pérez de Aldana que, regresando con su flota al puerto de Barcelona después de batallar y liberar Sicilia, Nápoles y Malta a los “infieles” y ser gravemente herido, se desencadena una tormenta que hace peligrar los barcos. Pérez de Aldana ruega a la Virgen de Montserrat para que pase la tormenta y llegue la calma prometiendo peregrinación a su santuario, así sucedió.
Cuenta el Duque de Rivas:
“El día de la Virgen de Montserrat acuden a su santuario gentes de toda España y sin excepción de ninguna clase, que vienen de todo el mundo peregrinos a millares, hasta herejes y paganos buscando alivio a sus males. En medio de aquellas turbas, entre confusión tan grande, en una humilde camilla sube enfermo y anhelante, disfrazado de remero a cumplimentar el voto con que libertó sus naves el noble Pérez de Aldana, aragonés almirante.
Llega a la puerta del templo donde lo acogen los frailes y colocan la camilla de la que no puede alzarse tras de un pilar de crucero desde donde el enfermo alcance, a cubierto del bullicio a ver las solemnidades…
Un caballero francés, de escuderos y pajes, penetra con desenfado notable hasta lograr colocarse junto al pilar donde yacía el Almirante… Y el tal francés caballero, sin que respeto le ataje y por ver más a su gusto, cansado ya de empinarse se sube en la camilla donde Pérez de Aldana yace.
Aldana
Cuidad, vos, caballero,
lo que hacéis por distracción,
guardad consideración
a un impedido remero.
Francés
Basta, buen hombre. Si vos
qué pie excelso os ha pisado
conocieseis, muy honrado
os creyérais, vive Dios.
Aldana
Pues si a vos adivinar
Os fuera dado quien es
Este en quien ponéis los pies,
Por Dios que habíais de temblar.
Francés
¿Temblar yo? ¡Temblar! ¡Insano!...
Soy Duque de Normandía
Y a no estar aquí podría
El pie en tu rostro villano.
Aldana
Yo desprecio tu blasón
y tu estirpe soberana,
porque soy Pérez de Aldana,
Almirante de Aragón.
Y porque fuera gran mengua
profanar el templo santo
vive Dios, no me levanto
para arrancaros la lengua.
Más juro de insulto tal,
Si cobro mi muerto brío
Pediros en desafío
La reparación cabal”
Francés
Os esperaré en París
Y dispuesto a todo estoy.
Aldana
¡Ay de vos si a Francia voy!
Francés
¡Ay de vos si allá venís!
No hablaron más porque la gente comenzó a alterarse y convenía mesura en el lugar sagrado. El francés tiró el guante a Aldana y se perdió entre la turba.
El Almirante sanó y llegó a París, se preparó el lugar de desafío regiamente adornado como correspondía al Duque de Normandía, hijo del rey de Francia…”
Comienza el duelo, cada uno sube en su caballo y coge su lanza, los golpes del Almirante eran tan certeros que a cada uno desprendía un lirio de oro del escudo del francés. Después luchan a espada venciendo el aragonés, cuenta el Duque de Rivas:
“A un golpe de Aldana cayó como muerto el Duque y le iba a rematar Aldana cuando el rey se interpuso.
Afortunado triunfador, yo empeño
mi palabra real, mi nombre augusto,
ya que del hijo que idolatro, dueño
os hizo en esta lid el cielo justo,
de daros de su vida en desempeño
cuánto anhelar pudiera vuestro gusto.
Pedid, pedid, satisfaceros fio,
Y guardad como prenda el cetro mío.
Oyéndolo suspende la venganza el almirante noble y, el cuchillo tirando, el cetro con respeto alcanza del polvo que ofuscaba su alto brillo. Saluda al rey con plena confianza, monta gallardo y grave en el tordillo y deja del estadio los confines, saludándole trompas y clarines.
El Rey de Francia en su trono
Servido está y circundado
De príncipes, duques, pares,
de su reino dignatarios,
y con ellos gravemente
trata sobre el grave caso
de la vida y del rescate
del príncipe desdichado.
Del Duque de Normandía
que aún convaleciente y flaco
de la herida peligrosa
y del golpe del caballo,
del dolor del vencimiento
y de haber visto rodando
por el polvo sus blasones
y su noble escudo en blanco;
melancólico silencio
guardó en el debate largo.
…
Hay un diálogo entre el Rey y el Almirante, el primero ofrece tesoros y el otro responde:
Almirante
Pido que su escudo (el del Duque) quede
blanco y liso cual está
y recuerdo le será
de que a nadie pisar puede.
Y yo, en el escudo mío
las cinco flores de lis
que le arranqué en San Dionís
y gané en el desafio
por blasón he de llevar,
para perpetua memoria
en que asegure la historia
que no me deje pisar.
Rey
Almirante de Aragón
las cinco flores de lis
ganadas en San Dionís
os concedo por blasón.
Y liso quede el escudo
del Duque de Normandía,
ya que por su estrella impía
guardarlo de vos no pudo.
El Duque irritado y fiero dijo entre los cortesanos que su padre no podía inferirle tal agravio. Pronunció las palabras "c´est mal donné", despechado y oyéndolo el Almirante contestóle sin mirarlo:
Para que más satisfecho
mi honor hoy pueda quedar,
también quiero perpetuar
ese imprudente despecho.
Y aunque el de Aldana acatado
en toda la tierra ha sido
desde hoy será el apellido
de mi estirpe, Maldonado.”
Eso cuenta la leyenda, no sé si será verdad o no pero bonito sí que le quedó al señor Duque de Rivas.
En el próximo capítulo os contaré las ramas del apellido en la Alpujarra y os hablaré de las dos más importantes, de las que descendemos casi todos los Maldonado desde Murtas a Almería.
Saludos Benínar.
© Francisco Félix Maldonado Calvache.2012.
1 comentario:
Magnifica y severa introducción. A la espera quedo del resto.
un saludo.
Juan Maldonado
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