En Semana Santa suelo disfrutar de unos días de vacaciones y qué mejor sitio para pasarlos que en Hirmes. Las excursiones son una de mis actividades favoritas, cámara en mano voy fotografiando todo aquello que me parece interesante.
El Viernes Santo por la tarde junto con mi hermano César salimos a dar una vuelta por los alrededores. Seguimos el camino que sale de la fuente, pasa por el Trance y sube por encima del Tajo del Gavilán y los San Roques. A la altura del barranco de los Romperos, en mitad del camino vimos un insecto negro, alargado, de unos siete centímetros de longitud que lo cruzaba de un lado a otro con parsimonia y alevosía. Nunca lo habíamos visto y lo primero que nos sorprendió es que un manjar tan gordo y apetitoso no fuera la merienda de algún pájaro.
Os hablo de la aceitera común (Berberomeloe insignis), también conocida como carraleja, curita o curica, es una especie de coleóptero polífago de la familia Meloidae que alcanza gran tamaño, ocasionalmente más de siete centímetros, convirtiéndolo en uno de los coleópteros más grandes de Europa además de ser una especie endémica que vive desde Málaga a Murcia.
La hembra presenta bandas transversales anaranjadas que le dan un aspecto muy bonito.
Cuando se ve amenazada segrega una sustancia tóxica llamada cantaridina, que es aceitosa y provoca irritación y erupciones en la piel, vómitos, diarrea y afecciones urinarias si es ingerida, por eso, a pesar de su aspecto tan rollizo y apetitoso cruzaba tan tranquila el camino.
Tiene un ciclo biológico muy complejo. La hembra pone los huevos en un agujero que hace en el suelo y de ellos nace una larva parásita que se la denomina triungulinus, por presentar tres fuertes uñas con las que trepa por las plantas donde espera que pase otro insecto (generalmente himenópteros, particularmente abejas) de las que se cuelga. De esta forma se trasladada hasta la colmena donde se alimenta del polen y huevos de su hospedador. Dentro de la colmena realiza la metamorfosis y ya con un tamaño mayor la abandona convirtiéndose en un gran devorador de vegetación gracias a sus potentes mandíbulas.
Benínar antaño tuvo gran riqueza animal y vegetal, parte se perdió debido la presión humana. Poco a poco se va recuperando y van apareciendo especies animales que llevaban años desaparecidas, como el par de águilas que estaban sobrevolando los pinillos el día de convivencia.
Saludos.
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